martes, 31 de julio de 2007

Viriato, 8 de Leo de 2007

¡Hola, viajeros!

¿Qué tal todos? ¿Yo? Bien, gracias, aunque, como ya sabréis la mayoría, estoy enclaustrado en mi casa (es un decir, porque quedo bastante con la gente) estudiando seis exámenes que tengo en septiembre. Sacarlos será difícil, una locura tal vez, pero creo que es (remotamente) posible que lo consiga. Como ya sé que debería estar estudiando, esta entrada es para haceros saber de mí y para ver qué tal estáis, cambiando por una vez (primera de muchas, espero) el tono temático de mi blog por algo un poco más cercano (aunque no tan intimista como mi otra página, asfixiante a veces). Y para que os entretengáis, os contaré un poco de lo que he hecho los últimos días.

Este fin de semana quedé con algunos amigos de mi colegio mayor: uno de ellos, Nulo (aka José), vino de Ribeira a vernos a mí, a David (aka Chalecos) y a Luisa (aka Mazapán) y sus amigas, y no necesariamente por este orden. Lo pasamos muy bien y hablamos de mil cosas, como de las impresionantes propiedades de los Roade ("Camp Dario", p. e.) o del viaje que Nulo, David, Santi y Joaco hicieron hace poco a París (y al que, si no fuera por mis notas, habría ido). Fue un fin de semana muy agradable. Al final del día me compré una revista muy interesante (Foreign Policy - Edición Española: política, economía e ideas globales; bimensual, ligera, amena, completa, 5 €) a la que me quiero suscribirme y de la que os hablaré algún día.

Ayer fue un día muy diferente, empezando porque fui a comprarme unas gafas nuevas por mi cumpleaños, pues las que llevo ahora mismo llevan rotas casi un año. Los que conozcáis mis antiguas (e incómodas) gafas de pasta (gafas de nerd, según Sustis), sabed que las nuevas serán muy diferentes, de pasta también pero más estilizadas y sencillas. Por ahora me gustan. También fui a hacerme una radiografía, mi madre y yo visitamos a mi santa tía-abuela Clarisa para ayudarle con unas cortinas e hice (siempre con mi madre, que quería comprarme las gafas) algún recadito más. Hoy llamé a Ediciones Tórculo para ver si se habían olvidado del trabajo que les hemos pedido (el Anuario y la revista Lonxe, ambas del Colegio; se acordaban y me llamarán esta semana) y estuve organizando mi correo-e.

Esto, sin contar todo el (escaso) tiempo de estudio y algunas reflexiones interesantes que me gustaría compartir con vosotros. Hoy, sin embargo, no va a poder ser. El motivo de la brevedad y sencillez de esta entrada es que atiendo tan de vez en cuando mis deberes con este blog que hoy no puedo extenderme todo lo que querría sin excederme (más) de lo recomendable. Procuraré actualizar más a menudo de hoy en adelante para poder contaros las cosas en detalle y sacar a lucir mi ácido, agudo e inteligente sentido del humor. ¿De acuerdo? ¡Prometido! Por supuesto, eso reducirá porcentualmente la parte temática del blog, pero también supone que habrá más entradas (de todo tipo, incluso temáticas) con las que os podréis entretener.

Pero, por ahora, nada más.

¡Nos vemos, cachos de carne!

jueves, 12 de julio de 2007

Mi querido conde de Montecristo

Si algo he aprendido leyendo los blogs de los demás (y haciendo autocrítica del mío propio) es que una entrada nunca debe exceder cierto tamaño. Y menos, convertirse en un ensayo. Por eso, y aunque mi intención real es hacer un análisis serio (pero serio-entre-amigos, para mis lectores más implicados, entiéndase), esta entrada (en este blog) sólo será la portada o reseña del artículo que realmente quiero escribir, y que publicaré en A viage to the countree of Xerbud, mi otro blog. Por todo esto, espero no extenderme mucho ahora.

Lo primero que tengo que deciros es... que me encanta El conde de Montecristo. Junto con Las mil y una noches y The Sandman y los relatos de Sherlock Holmes y Terry Pratchett y Les Luthiers y los Monty Python y Star Trek y... Bueno, junto con un montón de cosas, El conde de Montecristo es (desde hace poco) uno de los pilares-fetiche de mi bagaje cultural. Por eso quiero dedicarle esta entrada.

A todos los que no la hayáis leído, os recomiendo con toda sinceridad que intentéis leerla. Es verdad que, en momentos concretos, puede hacerse lenta o redundante (y es que, al fin y al cabo, está escrita en el siglo XIX y con la retórica de la época), pero la historia es tan intensa y con tantos giros que apenas lo notaréis. Creo que es, en conjunto, una maravillosa obra llena de aventura, sorpresas, gente disfrazada, gente que se quiere volar la tapa de los sesos, suspiros de amor, veneno, cantidades obscenas de dinero, trampas, tramposos, códigos de honor viejunos y un hombre que llena, metafóricamente, toda la pantalla: Edmond Dantès, conde de Montecristo por la gracia del Señor. Si os gusta, puede ser la experiencia literaria de vuestras vidas (o... algo así).

La historia es de sobra conocida: Edmond Dantès lo tenía todo (amor, familia, éxito, juventud y una situación económica holgada) hasta que unos amigos envidiosos y un hombre sin piedad le hicieron terminar con sus huesos en la cárcel. Trece años y un viejo loco después, Dantès se fuga de la cárcel convertido en un hombre nuevo y rico y jura no descansar hasta haberse vengado de sus enemigos. El resto es vendetta. Resultado: un clásico de la literatura, una secuela de mierda (por lo que dicen), una película magnífica y otras tres que no he visto. Y, por supuesto, un gordo francés forrado de pasta.

Aunque esto es sólo un resumen resumidísimo de lo que realmente os quiero contar. En realidad, quería hablaros de cómo llegó a mí este libro, que me compré la adaptación de David Greene para televisión en el Fnac recientemente inaugurado en Coruña, explicaros qué tienen en común y qué no película y novela, por qué me encantan, qué me hacen sentir... Pero también quiero contaros algunas de mis opiniones sobre el personaje del conde, personificación misma de la venganza y la obsesión, tema central de la novela: cómo Edmond Dantès se convierte en el impasible conde y por qué, cómo es Montecristo, qué queda del inocente Dantès en Montecristo, qué encierra el final de la novela (y el de la película de 1975, que es moderadamente distinto al del libro), por qué me maravilla este personaje y todo lo que significa...


Por suerte o por desgracia, lo haré en Xerbud. Aquí ya he hablado demasiado.