jueves, 12 de julio de 2007

Mi querido conde de Montecristo

Si algo he aprendido leyendo los blogs de los demás (y haciendo autocrítica del mío propio) es que una entrada nunca debe exceder cierto tamaño. Y menos, convertirse en un ensayo. Por eso, y aunque mi intención real es hacer un análisis serio (pero serio-entre-amigos, para mis lectores más implicados, entiéndase), esta entrada (en este blog) sólo será la portada o reseña del artículo que realmente quiero escribir, y que publicaré en A viage to the countree of Xerbud, mi otro blog. Por todo esto, espero no extenderme mucho ahora.

Lo primero que tengo que deciros es... que me encanta El conde de Montecristo. Junto con Las mil y una noches y The Sandman y los relatos de Sherlock Holmes y Terry Pratchett y Les Luthiers y los Monty Python y Star Trek y... Bueno, junto con un montón de cosas, El conde de Montecristo es (desde hace poco) uno de los pilares-fetiche de mi bagaje cultural. Por eso quiero dedicarle esta entrada.

A todos los que no la hayáis leído, os recomiendo con toda sinceridad que intentéis leerla. Es verdad que, en momentos concretos, puede hacerse lenta o redundante (y es que, al fin y al cabo, está escrita en el siglo XIX y con la retórica de la época), pero la historia es tan intensa y con tantos giros que apenas lo notaréis. Creo que es, en conjunto, una maravillosa obra llena de aventura, sorpresas, gente disfrazada, gente que se quiere volar la tapa de los sesos, suspiros de amor, veneno, cantidades obscenas de dinero, trampas, tramposos, códigos de honor viejunos y un hombre que llena, metafóricamente, toda la pantalla: Edmond Dantès, conde de Montecristo por la gracia del Señor. Si os gusta, puede ser la experiencia literaria de vuestras vidas (o... algo así).

La historia es de sobra conocida: Edmond Dantès lo tenía todo (amor, familia, éxito, juventud y una situación económica holgada) hasta que unos amigos envidiosos y un hombre sin piedad le hicieron terminar con sus huesos en la cárcel. Trece años y un viejo loco después, Dantès se fuga de la cárcel convertido en un hombre nuevo y rico y jura no descansar hasta haberse vengado de sus enemigos. El resto es vendetta. Resultado: un clásico de la literatura, una secuela de mierda (por lo que dicen), una película magnífica y otras tres que no he visto. Y, por supuesto, un gordo francés forrado de pasta.

Aunque esto es sólo un resumen resumidísimo de lo que realmente os quiero contar. En realidad, quería hablaros de cómo llegó a mí este libro, que me compré la adaptación de David Greene para televisión en el Fnac recientemente inaugurado en Coruña, explicaros qué tienen en común y qué no película y novela, por qué me encantan, qué me hacen sentir... Pero también quiero contaros algunas de mis opiniones sobre el personaje del conde, personificación misma de la venganza y la obsesión, tema central de la novela: cómo Edmond Dantès se convierte en el impasible conde y por qué, cómo es Montecristo, qué queda del inocente Dantès en Montecristo, qué encierra el final de la novela (y el de la película de 1975, que es moderadamente distinto al del libro), por qué me maravilla este personaje y todo lo que significa...


Por suerte o por desgracia, lo haré en Xerbud. Aquí ya he hablado demasiado.

1 comentario:

  1. Estoy deseando que comentes sobre la película, porque no la he visto. En general no soy muy amigo de ver adapataciones, y más si son de una novela que me gustado tanto. Espero con ganas tu disertación. Y si merece tanto la pena, te pediré la peli.

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